20 feb 2013


Habíamos decidido el domingo ir a explorar la cueva que se veía en la montaña del pueblo. Para ello, habíamos cogido un farol negro de cristal con una vela dentro. Cuando llegamos, desde abajo, la cueva nos pareció una boca enorme de cocodrilo, con moho en las paredes.
Con miedo encedimos el farol y decidimos entrar. Ante nuestro ojos apareció una cueva de paredes de oro y piedras preciosas. Lo que nos habían parecido trozos de moho eran, en realidad, esmeraldas verdes, y los supuestos dientes eran diamantes blancos.
La bóveda de la cuerva era alta y oscura. A la luz de nuestro farol podíamos distinguir relieves de arañas y serpientes extendiéndose a lo largo de las paredes. Jorge vio uno de los diamantes blancos, en forma de colmillo, que estaba suelto y lo arrancó.
De repente, se abrió una trampilla a nuestros pies en la que caímos todos, Daniel, Sergio, Jorge y yo. Se cerró sobre nuestras cabezas. Nos encontramos en un pasillo hecho de ladrillos de amatistas rojas.
Según avanzábamos por el pasadizo nos pareció oír algo parecido a "tric, trac" entremezclado con un "tstsss".
 Al fondo, mientras seguíamos andando , empezamos a distinguir una luz roja que de vez en cuando parpadeaba. Los sonidos "tric, trac" y "tstsss" se oían cada vez más cercanos. De repente, ¡Oh! ¡No!, lo que vimos nos pareció increíble: al desembocar en una sala construida con el mismo tipo de ladrillos de amatistas del pasadizo, nos encotramos, de frente, con un gran número de tarántulas y cobras que llenaban el espacio. También, con horror, vimos en el suelo, a nuestro pies, multitud de huesos.
Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que faltaba Sergio. Se había quedado rezagado al quedarse distraído pensando en tratar de arrancar o no uno de los ladrillos de amatista que parecía estar suelto. Finalmente lo intentó y,  en el mismo instante que arrancaba la amatista, los ladrillos de la sala cayeron sobre las arañas y serpientes, sin que sobreviviera ninguna.
Entre el polvo de los ladrillos caídos vimos una puerta entreabierta por la que se podían ver  unas escaleras. Empezamos a subirlas y cuando llegamos arriba del todo nos encontramos en una estancia en que había una gran montaña de monedas de oro. También se distinguían platos de oro, joyas de todos  los colores y muchas otras cosas de valor incalculable.
Sin previo aviso, apareció un hombre de negro. Todo en él era negro, su pelo, su ropa... Sólo sus ojos rojos y los tatujes de sus brazos eran de otro color. Nos habló con una voz cavernosa y nos dijo:
-¿Quién osa perturba a Plastilina, el Negro?
Hubiéramos respondido si no fuera porque se empezó a deformar su cuerpo y...¡plop! Se transformó en un dragón, por supuesto, negro. Este empezó a lanzarnos fuego. Ya había liquidado a todos mis amigos cuando se dirigió a mí. Vi como abría sus fauces negras y me lanzaba una llamarada enorme de fuego, pero en vez de sentirme quemado me sentí ...¡empapado!
Me desperté, estaba a la entrada de la cueva con forma de cocodrilo y delante de mí estaba Daniel con un cubo vacío en las manos. Lo había vaciado sobre mi cabeza al ver que estaba teniendo una pesadilla. ¡Lo había soñado todo!
                                                                                        Charles Ling. 6ºB

2 comentarios:

  1. Que sueño más chulo ha tenido Charles.

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  2. Nos a parecido una historia muy chula.Has tenido una idea muy buena y solo decirte que te ha salido muy bien

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